Mi nombre es Marta, tengo 49 años y hasta que no inicié la terapia con Carmen, no supe lo que era quererme. Mi infancia no fue un camino de rosas, ni mi adolescencia. Yo sabía desde siempre que no estaba bien, que tenía muchas cosas guardadas y que todo lo vivido y aprendido había forjado mi personalidad y mi forma de actuar en la vida.
Mi hijo, que ahora tiene 19 años, nació con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, que desde el primer momento hizo que mi sentimiento de culpa, no me dejara vivir. En mi casa desde siempre y gracias a mi madre, un ser excepcional, los psicólogos y sus terapias, han sido vividos como algo bueno y necesario. Mi madre siempre dice que cuando te duele la garganta, vas al médico, entonces cuando te duele el alma, porqué no vas al psicólogo. Por eso ella fue la primera en animarme a pedir ayuda desde el nacimiento de mi hijo.
Cuando Pablo tenía 6 meses y desde su nacimiento, yo sólo lloraba y lo rechazaba. Mi vida era un infierno y en ese momento supe que necesitaba que alguien pusiera nombre a mi dolor. Acudí a un psiquiatra de confianza. Él me recetó unas pastillas para mi ansiedad y depresión post parto. Después de algunos meses de tratamiento y mejoría, él mismo me recomendó que hiciera terapia con un psicólogo. La depresión post parto estaba controlada pero mi trastorno obsesivo compulsivo estaba en lo más alto. Busqué un profesional porque yo de verdad quería curarme. Con esta persona la cosa no mejoró. Hice terapia durante 6 meses, pero creo que no conectamos.
Mientras yo recorría mi camino, mi hijo inició el suyo como adolescente. Siempre hemos tenido la suerte de cruzarnos en nuestro camino con grandes profesionales que le han ayudado con su TDAH, pero su complicada adolescencia era otro cantar. Uno de los psicólogos que le trataba me dijo que quería hablar conmigo para poder entender la unión tan especial que había y hay entre mi hijo y yo. Después de una hora de conversación, él me dijo que necesitaba tanta ayuda como Pablo y que si yo no conseguía dejar de sufrir, Pablo tampoco lo haría. Ahí comenzó mi camino, como a mí me gusta llamarlo. Pero tampoco cuajó la terapia con esa persona. Aunque desde ese preciso instante supe que podía y merecía ayuda.
Pablo no quiso continuar la terapia en este centro ni en ningún otro. Su adolescencia se complicó y mi vida se paró. Fueron 5 años durísimos en mi vida y en la de mi hijo. Años de mucha soledad e incomprensión. De preguntas sin respuestas, de miedo, de angustia, de medicación, de crisis de ansiedad, de lágrimas, de noches sin dormir. Hasta que de nuevo mi madre me devolvió a la vida a través de mis psicólogas. Gema comenzó a trabajar con Pablo y con nosotros. Nos ilusionó, nos acompañó y nos dio pautas para poder actuar y trabajar con un adolescente indomable. Pablo se ilusionó, recuperó la confianza y lo que aprendió con ella, estoy segura que nunca lo olvidará. Gema me recomendó que hablara con Carmen y estoy segura que es el mejor regalo que pudo hacerme.
Siempre supe que necesitaba ayuda, lo había intentado con otros profesionales, pero nadie como Carmen ha sabido enseñarme el camino. Ha sido un camino duro, pero cada sesión salgo llena de energía. Noto avances. Ella ha dado respuestas a miles de preguntas que me hacía sobre mis comportamientos, miedos, angustias. Me ha enseñado a quererme, a cuidar de mi niña interior, me ha enseñado a valorarme, a dejar de sentirme culpable. He aprendido a aceptarme y a permitirme ser feliz. He llorado y he reído y cada sesión la vivo como una oportunidad para aprender.
Estoy deseando que llegue el día de nuestra cita para compartir mis avances y resolver mis dudas. Me emociono al escribir esto porque sin esta TERAPIA mi vida sería un infierno. He encontrado una amiga y nueva forma de vida.
Cuánto sufrimiento nos ahorraríamos si entendiéramos que los psicólogos y sus terapias están ahí para ayudarnos, curarnos y acompañarnos. Olvidémonos de los prejuicios, del miedo al qué dirán y tomemos las riendas de nuestra vida, que sólo hay una y vivirla sufriendo es una pérdida de tiempo. Me siento afortunada y agradecida por todo lo que me aporta la terapia. Gracias de corazón. Me queda camino por recorrer pero por suerte sé que estáis a mi lado.
Escrito por Marta.