Yo llegué a terapia después de mucho tiempo de médicos. Médicos generalistas varios, endocrino, neurólogo, estomatólogo y unas cuantas incursiones a urgencias. Sabía que algo no estaba bien, algo tenía pero ninguno me decía nada. Según todos ellos estaba bien y lo único reseñable era que tenía la tensión baja. Me daban episodios sin previo aviso, a los que yo les puse el nombre de cuajos, que consistían en una repentina bajada de tensión, notaba como toda la sangre se bajaba a los pies, hormigueo en la nuca y las extremidades, sudores fríos y ganas de vomitar. Vomitar siempre y a veces llegaba incluso a desmayarme. Cuando los cuajos ocurrían no podía levantarme de la cama en una semana. Todo lo que comía lo vomitaba, sentía mucha flojera, mucho cansancio, mareo, angustia, miedo, intranquilidad, la sensación de tener la cabeza vacía y mucho sueño. Cada vez pasaba menos tiempo de un cuajo a otro, se estaba volviendo algo frecuente en mi vida además estaba perdiendo mucho peso. Me estaba consumiendo físicamente. Tenía mucho miedo y me sentía muy mal y el saber que algo no estaba bien me hacía entrar en el bucle de la desesperación. Consecuencia, otro cuajo.
Afortunadamente un médico de familia me dijo que lo que yo tenía era un cuadro ansioso depresivo. Yo? Pero si lo que yo tengo es la tensión baja?. Imaginaos mi cara. El caso es que me recetó pastillas y a pesar de mi escepticismo me las tomé. No estaba muy convencida porque lo mío era algo físico pero ya estaba tan desesperada y me encontraba tan mal que me valía cualquier cosa. Tras veinte minutos de haberme tomado las pastillas, sentí como el corsé que tenía en el pecho se aflojaba (hasta ese momento no sabía que lo tenía). Podía respirar algo mejor. Y ahí comprendí que este médico había dado en el clavo y que la cabeza formaba parte del cuerpo. Obviamente las pastillas eran necesarias porque me permitían funcionar mas o menos y me ayudaban en mi día a día. Pero igual de importante y de fundamental era una terapia psicológica para curar. Los químicos te alivian y te permiten funcionar relativamente pero la terapia cura, es la que te sana.
Así llegue a terapia. Sin tener ni idea de en que consistía una terapia psicológica, con muchas incógnitas, con miedo, nervios, sin nada que perder, convencida de que no me podía hacer ningún mal porque peor de cómo me sentía no podía ser. Deje de lado el estigma social que parece tener eso de ir al psicólogo y fui; porque no nos engañemos, sigue sin estar bien visto, sigue sonando raro y sigue siendo algo que parece que tenemos que esconder. Pero vamos a darle la naturalidad y la importancia que se merece. La misma que cuando te lesionas, te mandan antiinflamatorios y vas al fisioterapeuta. Y tal y como ahora sé, la cabeza también forma parte del cuerpo y por ello tenemos que cuidarla y sobre todo aprender a hacerlo. Y esto ni mas ni menos es lo que aprendes en terapia.
Ahora se que no hay necesidad de llegar a sentirse a morir para ir al psicólogo. Si desde edades tempranas nos enseñaran a sentir y a gestionar nuestras emociones, de adultos evitaríamos muchos problemas. Es el propio desconocimiento (y en ocasiones aderezado con el estúpido estigma) el que nos hace llegar al psicólogo como medida desesperada, lo que significa que llevas mucho tiempo sufriendo lo indecible y esto es algo tienen que cambiar. Para mí si que fue una medida desesperada porque no sabía que todos los problemas físicos que sentía y tenía pudieran tener su origen en lo psicológico.
El caso es que allí estaba yo, en la consulta de una psicóloga a la que no conocía de nada y a la que le tenía que contar cómo me sentía. Yo, una persona que antes de todo esto era muy introvertida con lo mío, extrovertida con los demás, con habilidades sociales, aparentemente alegre y despreocupada, fuerte, decidida y “normal”. La cosa impone un poquito la verdad. Pero allí me planté con todos mis miedos, con todas mis inseguridades y con la mayor decisión que pude reunir en mis circunstancias.
En mi primera sesión con lo que Gema me transmitió, supe que me iba a poner totalmente en sus manos. No es tanto lo que dijo, como lo que me hizo sentir. Sentí esperanza. Pero Ojo! Que ni las pastillas ni la psicóloga son magia. No es cuestión de dos días (o por lo menos en mi caso). Todo es un largo y duro proceso de aprendizaje, de descubrimiento, de aceptación, de comprensión y de reestructuración. Se trata de seguir siendo tu mismo (en mi caso también reencontrarme conmigo misma) pero queriéndote y preocupándote también de ti, de lo que sientes, de lo que quieres y de lo que necesitas. Gema sabe perfectamente lo que hace, te guía, te aconseja, te asesora, te enseña y sobre todo te da la confianza y la seguridad de que te va a acompañar durante todo el camino. Y así es, va contigo de la mano. Tienes que confiar en la persona que te está tratando y si no lo sientes así mejor que te busques a otro.
Un psicólogo no te dice lo que tú quieres oír, no cambia quien eres, llega al meollo del asunto, al origen del problema y cambia el sufrimiento que sientes y tienes por algo sano y constructivo. Hace que te permitas ser y sentir de forma saludable. Y repito, es un proceso duro, lento, a veces desesperante, a veces te resistes y en general duele. O a mi por lo menos.
Para mi al principio era algo agotador, sólo ir era un esfuerzo y cuando salía me sentía como si hubiera corrido una maratón. A veces salía agotada y enfadada, otras agotada y frustrada… pero agotada siempre. Muchas veces me enfadaba con Gema (aunque en realidad era conmigo misma), demasiadas preguntas, demasiados cuestionamientos, demasiados por qué, demasiado todo.
Pero sabéis qué? Que al trantrán señores! que al volante hay una profesional que sabe perfectamente lo que hace.
Con el paso del tiempo las sesiones se vuelven mas llevaderas aunque depende un poco del tema que se trate, hay cosas que duelen mas que otras. Pero también te vas dando cuenta de todo lo que estas aprendiendo y de que efectivamente estas mejorando. La terapia funciona!.
Vamos a cuidar nuestras cabezas, si nos sentimos mal y no sabemos porqué o no sabemos gestionarlo, si sufrimos, si no somos capaces de diferenciar emociones, si en general nos sentimos mas mal que bien, si no somos capaces de sentir felicidad, enfado, etc., si sólo estamos pero no vivimos, si tienes dudas de si ir o no al psicólogo… hay que buscar ayuda, asesórate con un profesional. Ve!
Cuando te “dan el alta” no es un camino de rosas y no siempre los pasos que das son hacia delante. En ocasiones sucumbes, flaqueas, a veces recaes o sientes que vuelves a sentirte mal. Pero para eso está todo lo que has aprendido en la terapia, las herramientas en gestión emocional que ahora tienes y por encima de todo eso está Gema! Si ves que no puedes, un telefonazo y te vuelve a coger de la mano, te “sacude” emocionalmente y te pone de nuevo en el buen camino.
Gracias a la terapia y por ende a Gema he vuelto a ser yo, se quién soy y cómo soy, me acepto y procuro respetarme. Intento cuidarme mentalmente e intento ser consciente de porqué hago las cosas. Procuro darle voz a mis emociones, me escucho y estoy atenta a todo aquello que empiece por “debería”.
Yo ahora en general estoy bien, tranquila, equilibrada y sin pastillas. Tengo mis momentos pero los conozco, les puedo poner nombre y puedo gestionarlos. Me permito estar bien, me permito sentir tristeza, me permito sentir miedo… en definitiva me permito hacer, ser y sentir sin que ello se desboque y me genere un problema añadido. A veces flaqueo, la inseguridad vuelve, la ansiedad, los miedos, el miedo al miedo, pero no pasa nada porque no está descontrolado. En la reestructuración esta una de las claves fundamentales. Ahora soy mas capaz de controlar mi cabeza y procuro que mi cabeza no sea la que me controle a mi. Además tengo a Gema en la recámara.
Sin saberlo tenía heridas y cicatrices en el alma y como hacemos con cualquier otro tipo de lesión tenemos que cuidarlas y nos tienen que enseñar a hacerlo para que pueda sanar y no empeore. El objetivo de ir al fisio para el alma es poder conducir nuestra propia vida. Es poder respirar, ser, sentir, dejar de estar paralizada por el miedo y en definitiva vivir y no sólo pasar por la vida con angustia como si de una penitencia se tratara. Cada persona es un mundo y cada caso es único pero todos nos merecemos un mundo emocional saludable y equilibrado. Y esto sí es algo que está en nuestras manos porque existe la psicología. Te puedes sentir mejor, te puedes sentir bien. Hay luz al final del túnel, se llama TERAPIA y tiene dos grandes protagonistas. TÚ y GEMA.
Escrito por Yolanda. EDUCADORA.