La Dinamo Psicología

Bienvenid@s al maravilloso mundo de la psicología

Adaptación del poema de Mario Benedetti

“No te rindas”.

No nos rendimos,
aún estábamos a tiempo,
de cumplir nuestros sueños
y comenzar un proyecto,
construyendo un lugar seguro
para mirar tus miedos,
cuidando cada detalle.

Retomarás el vuelo ,
para que no te rindas
que la vida es eso:
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
reandar el camino,
caminar entre recuerdos
y destapar el cielo.

No hay que rendirse,
por favor, no cedas.
Aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda
y se calle el viento.

Aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.

Porque tu vida es tuya
y descubrirás tus deseos,
porque si tú lo quieres,
mereces saber cómo hacerlo.

Porque existe la psicología
y la terapia, es cierto,
porque todo dolor
tiene fundamento.

Abriremos puertas,
quitaremos cerrojos,
dejaremos atrás las murallas
que te protegieron.

Viviremos el presente,
aceptando el pasado,
recuperando la risa,
y también cada llanto.

Perderás el miedo
a sentir lo que sientes,
te permitirás hacerlo
y te equivocarás de nuevo.

Buscarás tu camino
y te dará calma.

No hay que rendirse,
por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga
y se calle el viento.

Aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños

Porque puedes comenzar de nuevo,
porque si estás preparado/a
es tu mejor momento.

Porque no estas solo/a,
porque te acompañaremos.

Experiencia en terapia de Mercedes E.

Soy una paciente «en activo» con la vida más larga que la cuerda de una cometa. Desde que perdí a mis padres a la edad de 9 años ¿las circunstancias? ¿el destino? se emplearon a fondo a la hora de meter piedras en la mochila que todos llevamos colgada en el alma. Por supuesto no voy a enumerar mis «piedras» sólo decir que hasta que no me he puesto en manos de mi psicóloga no he sido consciente de que eran muchas, muchísimas más de las que yo pensaba.

Ir a un psicólogo era algo que nunca pasó por mi mente ni en los momentos más dolorosos, ni siquiera cuando la idea de la muerte me parecía una liberación, también es verdad que antes se consideraba algo «raro» lo que, por fortuna, hoy es normal.
El día menos pensado la suerte llamó a mi puerta de la mano del mayor de mis cuatro hijos. Él, atravesando un periodo difícil de su vida decidió, aconsejado por un amigo, ir a la consulta de Gema. Recuerdo que en ocasiones, al comentarme cosas que ella le decía, yo apostillaba «¡Caramba! esa chica me gusta». Quién me iba a decir que un tiempo después…

Pasaron algunos años hasta que mi hijo, al verme siempre triste, comenzó a decirme una y otra vez como el que recomienda un destino turístico … «Mamá vete a Gema». Yo le daba largas ya que a éstas alturas de mi vida me resultaba muy difícil desnudar mi alma ante alguien que «casi» no conocía.
Un año me costó dar el paso pero, afortunadísimamente, lo dí. Es la mejor decisión que he tomado desde que hace 47 años elegí a mi compañero y  padre de mis cuatro hijos.

Ni en mis mejores sueños pude imaginar que alguien (mi Gema) pudiera ir enderezando a golpe de profesionalidad, constancia y cariño un «árbol» tan añoso como yo que pudiera, con más paciencia que el santo Job, meter en mi dura cabeza la idea de aceptarme, quererme más y no darme tanta «caña». Tendríais que ver su cara cuando digo «Soy un asco, mi vida la tiraría a la basura». Mientras escribo visualizo su mirada, su sonrisa y recuerdo la presión de sus manos en las mías cuando estoy hecha polvo. ¿Cómo se puede querer tanto a un persona que hace poco no conocía?

Sé que me queda mucho por descubrir, aprender e incluso sufrir porque tengo heridas que aún duelen y, cuando se hurga en ellas, sangran pero también sé que en cada cita ella me inocula la fuerza y las ganas de seguir luchando, trabajando, avanzando… ¡viviendo!

Necesito hacer referencia a nuestro vídeo corporativo. Digo «nuestro» porque la primera vez que lo vi sentí la sensación de estar entrando en mi casa y  oyendo hablar a personas de mi familia, Gema y Carmen. A Gema la conozco en alma propia, a Carmen a través del alma de uno de mis hijos y de las veces que he tenido el placer de hablar con ella. Nuestras psicólogas son sinceras, honestas y profesionales a carta cabal. Ciertamente para ellas somos especiales y únicos hasta el extremo que, sentada al otro lado de su mesa, Gema me hace sentir como si para ella no existiera más paciente que yo. Indudablemente recibes respeto, protección y cariño a manos llenas. La totalidad de sus palabras podrían haber sido dichas ante notario, no obstante… ¿que mejor «notario» que cada una de las personas que tenemos la suerte de formar parte de la familia de éste acogedor lugar llamado «LA DINAMO»?…

Escrito por Mercedes E.

Experiencia en terapia de Yolanda

Yo llegué a terapia después de mucho tiempo de médicos. Médicos generalistas varios, endocrino, neurólogo, estomatólogo y unas cuantas incursiones a urgencias. Sabía que algo no estaba bien, algo tenía pero ninguno me decía nada. Según todos ellos estaba bien y lo único reseñable era que tenía la tensión baja.  Me daban episodios sin previo aviso, a los que yo les puse el nombre de cuajos, que consistían en una repentina bajada de tensión, notaba como toda la sangre se bajaba a los pies, hormigueo en la nuca y las extremidades, sudores fríos y ganas de vomitar. Vomitar siempre y a veces llegaba incluso a desmayarme. Cuando los cuajos ocurrían no podía levantarme de la cama en una semana. Todo lo que comía lo vomitaba, sentía mucha flojera, mucho cansancio, mareo, angustia, miedo, intranquilidad, la sensación de tener la cabeza vacía y mucho sueño. Cada vez pasaba menos tiempo de un cuajo a otro, se estaba volviendo algo frecuente en mi vida además estaba perdiendo mucho peso. Me estaba consumiendo físicamente. Tenía mucho miedo y me sentía muy mal y el saber que algo no estaba bien me hacía entrar en el bucle de la desesperación. Consecuencia, otro cuajo.

Afortunadamente un médico de familia me dijo que lo que yo tenía era un cuadro ansioso depresivo. Yo? Pero si lo que yo tengo es la tensión baja?. Imaginaos mi cara. El caso es que me recetó pastillas y a pesar de mi escepticismo me las tomé. No estaba muy convencida porque lo mío era algo físico pero ya estaba tan desesperada y me encontraba tan mal que me valía cualquier cosa. Tras veinte minutos de haberme tomado las pastillas, sentí como el corsé que tenía en el pecho se aflojaba (hasta ese momento no sabía que lo tenía). Podía respirar algo mejor. Y ahí comprendí que este médico había dado en el clavo y que la cabeza formaba parte del cuerpo. Obviamente las pastillas eran necesarias porque me permitían funcionar mas o menos y me ayudaban en mi día a día. Pero igual de importante y de fundamental era una terapia psicológica para curar. Los químicos te alivian y te permiten funcionar relativamente pero la terapia cura, es la que te sana.

Así llegue a terapia. Sin tener ni idea de en que consistía una terapia psicológica, con muchas incógnitas, con miedo, nervios, sin nada que perder, convencida de que no me podía hacer ningún mal porque peor de cómo me sentía no podía ser. Deje de lado el estigma social que parece tener eso de ir al psicólogo y fui; porque no nos engañemos, sigue sin estar bien visto, sigue sonando raro y sigue siendo algo que parece que tenemos que esconder. Pero vamos a darle la naturalidad y la importancia que se merece. La misma que cuando te lesionas, te mandan antiinflamatorios y vas al fisioterapeuta. Y tal y como ahora sé, la cabeza también forma parte del cuerpo y por ello tenemos que cuidarla y sobre todo aprender a hacerlo. Y esto ni mas ni menos es lo que aprendes en terapia.

Ahora se que no hay  necesidad de llegar a sentirse a morir para ir al psicólogo. Si desde edades tempranas nos enseñaran a sentir y a gestionar nuestras emociones, de adultos evitaríamos muchos problemas. Es el propio desconocimiento (y en ocasiones aderezado con el estúpido estigma) el que nos hace llegar al psicólogo como medida desesperada, lo que significa que llevas mucho tiempo sufriendo lo indecible y esto es algo tienen que cambiar. Para mí si que fue una medida desesperada porque no sabía que todos los problemas físicos que sentía y tenía pudieran tener su origen en lo psicológico.

El caso es que allí estaba yo, en la consulta de una psicóloga a la que no conocía de nada y a la que le tenía que contar cómo me sentía. Yo, una persona que antes de todo esto era muy introvertida con lo mío, extrovertida con los demás, con habilidades sociales, aparentemente alegre y despreocupada, fuerte, decidida y “normal”. La cosa impone un poquito la verdad. Pero allí me planté con todos mis miedos, con todas mis inseguridades y con la mayor decisión que pude reunir en mis circunstancias.

En mi primera sesión con lo que Gema me transmitió, supe que me iba a poner totalmente en sus manos. No es tanto lo que dijo, como lo que me hizo sentir. Sentí esperanza. Pero Ojo! Que ni las pastillas ni la psicóloga son magia. No es cuestión de dos días (o por lo menos en mi caso). Todo es un largo y duro proceso de aprendizaje, de descubrimiento, de aceptación, de comprensión y de reestructuración. Se trata de seguir siendo tu mismo (en mi caso  también reencontrarme conmigo misma)  pero queriéndote y preocupándote también de ti, de lo que sientes, de lo que quieres y de lo que necesitas. Gema sabe perfectamente lo que hace, te guía, te aconseja, te asesora, te enseña y sobre todo te da la confianza y la seguridad de que te va a acompañar durante todo el camino. Y así es, va contigo de la mano. Tienes que confiar en la persona que te está tratando y si no lo sientes así mejor que te busques a otro.

Un psicólogo no te dice lo que tú quieres oír, no cambia quien eres, llega al meollo del asunto, al origen del problema y cambia el sufrimiento que sientes y tienes por algo sano y constructivo. Hace que te permitas  ser y sentir de forma saludable.  Y repito, es un proceso duro, lento, a veces desesperante, a veces te resistes y en general duele. O a mi por lo menos.

Para mi al principio era algo agotador, sólo ir era un esfuerzo y cuando salía me sentía como si hubiera corrido una maratón. A veces salía agotada y enfadada, otras agotada y frustrada… pero agotada siempre. Muchas veces me enfadaba con Gema (aunque en realidad era conmigo misma), demasiadas preguntas, demasiados cuestionamientos, demasiados por qué, demasiado todo.

Pero sabéis qué? Que al trantrán señores! que al volante hay una profesional que sabe perfectamente lo que hace.

Con el paso del tiempo las sesiones se vuelven mas llevaderas aunque depende un poco del tema que se trate, hay cosas que duelen mas que otras. Pero también te vas dando cuenta de todo lo que estas aprendiendo y de que efectivamente estas mejorando. La terapia funciona!.

Vamos a cuidar nuestras cabezas, si nos sentimos mal y no sabemos porqué o no sabemos gestionarlo, si sufrimos, si no somos capaces de diferenciar emociones, si en general nos sentimos mas mal que bien, si no somos capaces de sentir felicidad, enfado, etc., si sólo estamos pero no vivimos, si tienes dudas de si ir o no al psicólogo…  hay que buscar ayuda, asesórate con un profesional. Ve!

Cuando te “dan el alta” no es un camino de rosas y no siempre  los pasos que das son hacia delante.  En ocasiones sucumbes, flaqueas, a veces recaes o sientes que vuelves a sentirte mal. Pero para eso está todo lo que has aprendido en la terapia, las herramientas en gestión emocional que ahora tienes y por encima de todo eso está Gema! Si ves que no puedes, un telefonazo y te vuelve a coger de la mano, te “sacude” emocionalmente y te pone de nuevo en el buen camino. 

Gracias a la terapia y por ende a Gema he vuelto a ser yo, se quién soy y cómo soy, me acepto y procuro respetarme. Intento cuidarme mentalmente e intento ser consciente de porqué hago las cosas. Procuro darle voz a mis emociones, me escucho y estoy atenta a todo aquello que empiece por “debería”. 

Yo ahora en general estoy bien, tranquila, equilibrada y sin pastillas. Tengo mis momentos pero los conozco, les puedo poner nombre y puedo gestionarlos. Me permito estar bien, me permito sentir tristeza, me permito sentir miedo… en definitiva me permito hacer, ser y sentir sin que ello se desboque y me genere un problema añadido. A veces flaqueo, la inseguridad vuelve, la ansiedad, los miedos, el miedo al miedo, pero no pasa nada porque no está descontrolado. En la reestructuración esta una de las claves fundamentales. Ahora soy mas capaz de controlar mi cabeza y procuro que  mi cabeza no sea la que  me controle a mi. Además tengo a Gema en la recámara.

Sin saberlo tenía heridas y cicatrices en el alma y como hacemos con cualquier otro tipo de lesión tenemos que cuidarlas y nos tienen que enseñar a hacerlo para que pueda sanar y no empeore.  El objetivo de ir al fisio para el alma es poder conducir nuestra propia vida. Es poder respirar, ser, sentir, dejar de estar paralizada por el miedo y en definitiva vivir y no sólo pasar por la vida con angustia como si de una penitencia se tratara. Cada persona es un mundo y cada caso es único pero todos nos merecemos un mundo emocional saludable y equilibrado. Y esto sí es algo que está en nuestras manos porque existe la psicología. Te puedes sentir mejor, te puedes sentir bien. Hay luz al final del túnel, se llama TERAPIA y tiene dos grandes protagonistas. TÚ y GEMA.

Escrito por Yolanda. EDUCADORA.